miércoles, 14 de mayo de 2014

El Dorado

El fabuloso país del oro

Después del descubrimiento de América por Cristóbal Colón en 1492, numerosos aventureros y soldados españoles, los conquistadores, se lanzan a la conquista del nuevo continente, atraídos por su fama de inmensa riqueza, apoyados en el mito de Eldorado.
Este fabuloso país, cuyo subsuelo estaría, según se dice, repleto de oro ejerce una fascinación extraordinaria sobre estos hombres ansiosos por enriquecerse. Además, la magnitud de los botines de Cortés en México y de Pizarro en el Perú parece confirmar la idea que ese reino existe realmente.

El cacique de Guatavita

El mito de Eldorado encuentra su origen en la leyenda del "hombre dorado”. El cronista e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo sitúa la primera aparición oficial de esta leyenda en 1534. Sin embargo, hace varios años ya que los españoles escuchan insistentes rumores sobre ese reino, situado en alguna parte al interior de las tierras.


Diadema de oro, arte colombiano, 500 a.C.
Los indios chibchas, nativos de Cundinamarca, el “país del cóndor” (la actual Colombia), celebran cada año una extraña ceremonia. Durante esta ceremonia un cacique, o sea, un soberano local, se unta de grasa de tortuga y de polvo de oro y luego camina, resplandeciente, en medio de sus súbditos, que cantan su alegría y baten tambores. El rey y los nobles suben a una piragua y en medio del lago Guatavita lanzan oro y esmeraldas como ofrenda a los dioses, Finalmente, el cacique se sumerge en el lago y reaparece en medio de un estallido de aplausos.
Así nace la leyenda del “hombre durado” llamada luego, simplemente, El Dorado, supuesto rey de un país mágico. Pero, a lo largo de los años, el mito sigue modificándose y Eldorado, en una sola palabra, se convierte en el reino mismo del oro, cuyas calles están pavimentadas con pepitas y donde casas y objetos están recubiertos con metales preciosos.

El oro, un metal indispensable

El oro siempre tuvo un rol particular en la historia de las naciones, pero su importancia ha variado según as épocas. Es así como después de la caída del Imperio romano este metal perdió gran parte de su valor, pues la disminución de los intercambios hizo menos necesario el uso del efectivo.
Pero el retorno al comercio, a fines del medioevo, junto con el agotamiento de las minas de oro en explotación conocidas, acrecienta nuevamente y de manera considerable la sed de oro. El descubrimiento de América en 1492 suscita expectativas con respecto a la aparición de nueve lugares de abastecimiento para Europa.
España, especialmente, muy empobrecida tras su lucha contra la ocupación musulmana (la Reconquista), alimenta ambiciosos designios políticos y vislumbra ahí una oportunidad extraordinaria. Por ello, la reina Isabel de Castilla y luego Carlos V se dedican a promover las expediciones de los conquistadores en busca de Eldorado.

La búsqueda de los conquistadores

El primero en lanzarse a la búsqueda de Eldorado es un hombre cruel: el alemán Ambroise Alfinger. Financió sus expediciones, entre 1529 y 1538 vendiendo indios marcados con fuego como esclavos en Santo Domingo.
 
Balsa de oro representando la ceremonia del "hombre dorado" (El Dorado) (Bogotá, Museo del Oro)
Este fracaso no disuade a los demás conquistadores. Uno sólo, sin embargo, alcanza el éxito: el español Gonzalo Jiménez de Quesada, un antiguo abogado fascinado por la aventura, que recibió del biógrafo Germán Arciniegas el sobrenombre de "el caballero de Eldorado".
 
Manos ceremoniales de oro (Museo del Oro)
Después de un largo y difícil periplo, durante el cual sus hombres son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, penetra en enero de 1537 en Cundinamarca y conquista la capital, Bogotá. Encuentra, efectivamente, oro y diamantes, pero nada que se parezca a las inagotables reservas que el reino del oro poseía supuestamente. Esta desilusión convence a los conquistadores que Eldorado se encuentra en otro lugar. Por ello se dirigen en vano al este, hacia el Orinoco y las Guyanas (1559-1569). A pesar de los fracasos, el sueño de Eldorado sobrevive todavía en el siglo XVI. Los maravillosos relatos del explorador inglés sir Walter Raleigh contribuyen a propagarlo en los siglos XVII y XVIII; incluso Voltaire sitúa ahí una aventura de Cándido.

El fin del mito

La leyenda muere definitivamente a principios del siglo XIX, a manos del sabio alemán Humboldt. A pedido de los españoles, que todavía creen en Eldorado, explora los valles del Apure y del Orinoco. Sus apuntes topográficos de gran precisión no dejan ninguna duda: Eldorado no existe.
En 1954, unos arqueólogos colombianos establecen que un meteorito cayó hace miles de años en las aguas del lago Guatavita. La ceremonia del hombre dorado” conmemoraba, tal vez, ese acontecimiento, junto con rendir homenaje a un dios que se supone descendió al fondo del lago. Y los conquistadores españoles, pagando el precio de grandes sufrimientos, tal vez no hicieron más que perseguir una estrella fugaz, apagada hace siglos.

A la conquista de El Dorado.

Durante más de dos siglos los conquistadores se lanzan en decenas de expediciones que terminan, casi todas, en tragedia y en sangre, pero permiten progresivamente la exploración y la colonización de la parte septentrional de América del Sur.
Repetidos fracasos. Jorge de Spira llega al pie de los Andes (1535-1536), pero debe regresar después de haber perdido a mayor parte de sus hombres, víctimas de los indios y del agotamiento, Nicolás Ferdermann, Sebastián de Belalcázar y después Gonzalo Jiménez de Quesada llegan cada uno separadamente al altIplano de Bogotá (1537-1539), sólo para conocer los mismos fracasos que sus antecesores.
Un mandato utópico. De 1584 a 1597, el incansable Antonio de Berrío busca en vano la laguna de Manoa en los Llanos y la Guyana. Ahí se encontrarla el mítico reino, según se creía en la época. A los sesenta años es incluso nombrado gobernador de Eldorado y de la Guyana, pero muere quince años más tarde sin jamás haber encontrado el reino cuyo gobierno está, en teoría, a su cargo.

El lago de la leyenda. Por lo demás, se hicieron entre 1540 y 1912 numerosas tentativas de dragado o de bombeo de las aguas del lago Guatavita para encontrar el oro y las joyas lanzados en él durante las ceremonias. Terminaron cada vez con resultados prácticamente nulos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...